1.- Lee el poema y contesta
a las preguntas:
Y la dama a una puerta se
paró,
y era una puerta altísima y
se abrieron
sus hojas en el punto en que
llamó,
que a un misterioso impulso
obedecieron.
Y tras la dama el estudiante
entró;
ni pajes ni doncellas
acudieron;
y cruzan a la luz de unas
bujías
fantásticas, desiertas
galerías.
Y la visión como engañoso
encanto,
por las losas deslizase sin
ruido,
toda encubierta bajo el
blanco manto
que barre el suelo en
pliegues desprendido.
Y por el largo corredor en
tanto
sigue adelante y síguela
atrevido,
y su temeridad raya en
locura,
resuelto Montemar a su
aventura.
Las luces, como antorchas
funerales,
lánguida luz y cárdena
esparcían,
y en torno en movimientos
desiguales
las sombras se alejaban o
venían;
arcos aquí ruinosos, sepulcrales,
urnas allí y estatuas se
veían,
rotas columnas, patios mal
seguros,
yerbosos, tristes, húmedos y
oscuros.
Todo vago, quimérico y
sombrío,
edificio sin base ni
cimiento,
ondula cual fantástico navío
que anclado mueve borrascoso
viento.
En un silencio aterrador y
frío
yace allí todo: ni rumor, ni
aliento
humano nunca se escuchó;
callado,
corre allí el tiempo, en
sueño sepultado.
José de Espronceda
a- ¿Qué personajes aparecen en escena? ¿Dónde se desarrolla
la acción?
b- ¿Cómo está caracterizado el personaje femenino? ¿Se
trata de una mujer de carne y hueso?
c- ¿Cómo se llama el personaje masculino? ¿Qué adjetivos
del texto lo definen?
d- Describe el misterioso lugar en el que se adentran los
personajes. Localiza los versos que nos indican que este lugar nunca fue pisado
por el hombre.
e- Pon un título al fragmento y haz un breve resumen.
f- ¿En cuántas partes se divide el texto?
g- Localiza en el texto las siguientes figuras literarias.
Comparación
Metáfora
Hipérbaton
Personificación.
h-Analiza la métrica del poema.
i-Indica qué características propias del romanticismo
observas en este fragmento.
j-La poesía romántica. Características y autores. José de
Espronceda..
"El gato negro"
No espero ni pido que nadie
crea el extravagante pero sencillo relato que me dispongo a escribir. Loco
estaría, de veras, si lo esperase, cuando mis sentidos rechazan su propia
evidencia. Sin embargo, no estoy loco, y ciertamente no sueño. Pero mañana moriré,
y hoy quiero aliviar mi alma. Mi propósito inmediato es presentar al mundo,
clara, sucintamente y sin comentarios, una serie de episodios domésticos. Las
consecuencias de estos episodios me han aterrorizado, me han torturado, me han
destruido. Sin embargo, no trataré de interpretarlos. Para mí han significado
poco, salvo el horror, a muchos les parecerán más barrocos que terribles. En el
futuro, tal vez aparezca alguien cuya inteligencia reduzca mis fantasmas a
lugares comunes, una inteligencia más tranquila, más lógica y mucho menos
excitable que la mía, capaz de ver en las circunstancias, que detallo con
temor, sólo una sucesión ordinaria de causas y efectos muy naturales.
Desde la infancia me
distinguía por la docilidad y humanidad de mi carácter. La ternura de mi
corazón era incluso tan evidente, que me convertía en objeto de burla para mis
compañeros. Sobre todo, sentía un gran afecto por los animales, y mis padres me
permitían tener una gran variedad. Pasaba la mayor parte de mi tiempo con ellos
y nunca me sentía tan feliz como cuando les daba de comer y los acariciaba.
Este rasgo de mi carácter crecía conmigo y, cuando ya era hombre, me
proporcionaba una de mis principales fuentes de placer. Aquellos que han
sentido afecto por un perro fiel y sagaz no necesitan que me moleste en
explicarles la naturaleza ni la intensidad de la satisfacción así recibida. Hay
algo en el generoso y abnegado amor de un animal que llega directamente al
corazón de aquel que con frecuencia ha probado la mezquina amistad y frágil
fidelidad del hombre.
Me casé joven y tuve
la alegría de descubrir que mi mujer tenía un carácter no incompatible con el
mío. Al observar mi preferencia por los animales domésticos, ella no perdía
oportunidad de conseguir los más agradables de entre ellos. Teníamos pajaritos,
peces de colores, un hermoso pero, conejos, un mono pequeño y un gato. Este
último era un hermoso animal, notablemente grande, completamente negro y de una
sagacidad asombrosa. Al referirse a su inteligencia, mi mujer, que en el fondo
era un poco supersticiosa, aludía con frecuencia a la antigua creencia popular
de que todos los gatos negros eran brujas disfrazadas. No quiero decir que lo
creyera en serio, y sólo menciono el asunto porque lo he recordado ahora por
casualidad. Pluto - Tal era el nombre del gato- era mi predilecto y mi
camarada. Sólo yo le daba de comer y él me acompañaba en casa por todas partes.
Incluso me resultaba difícil impedir que me siguiera por las calles.
Nuestra amistad duró, así, varios años, en el transcurso de los cuales mi
temperamento y mi carácter, por medio del demonio y la intolerancia (y
enrojezco al confesarlo), habían empeorado radicalmente. Día a día me fui
volviendo más irritable, malhumorado e
indiferente hacia los sentimientos ajenos. Me permitía usar palabras duras con
mi mujer. Por fin, incluso llegué a infligirle violencias personales. Mis
animales, por supuesto, sintieron también el cambio de mi carácter. No sólo los
descuidaba, sino que llegué a hacerles daño. Hacia Pluto, sin embargo, aún
sentía el suficiente respeto como para abstenerme de maltratarlo, como hacía,
sin escrúpulos, con los conejos, el mono, y hasta el perro, cuando por
accidente, o por afecto, se cruzaban en mi camino. Pero mi enfermedad
empeoraba- pues ¿qué enfermedad es comparable con el alcohol?-, y al fin
incluso Pluto, que entonces envejecía y, en consecuencia se ponía irritable,
incluso Pluto empezó a sufrir los efectos de mi mal humor. Una noche, al
regresar a casa, muy embriagado, de uno de mis lugares predilectos del centro
de la ciudad, me imaginé que el gato evitaba mi presencia. Lo agarré y,
asustado por mi violencia, me mordió levemente en la mano. Al instante se
apoderó de mí la furia de un demonio. Ya no me reconocía a mí mismo. Mi alma
original pareció volar de pronto de mi cuerpo; y una malevolencia, más que
diabólica, alimentada por la ginebra, estremeció cada fibra de mi ser. Saqué
del bolsillo del chaleco un cortaplumas, lo abrí, sujeté a la pobre bestia por
la garganta y ¡deliberadamente le saqué un ojo! Siento vergüenza, me abraso,
tiemblo mientras escribo de aquella condenable atrocidad. Cuando
con la mañana mi razón retornó, cuando con el sueño se habían pasado los
vapores de la orgía nocturna, experimenté un sentimiento de horror mezclado con
remordimiento ante el crimen del que era culpable, pero sólo era un sentimiento
débil y equívoco, y no llegó a tocar mi alma. Otra vez me hundí en los excesos
y pronto ahogué en vino todo recuerdo del acto.
- ¿Cómo llama el
narrador a los hechos que está relatando?
- ¿Cuál es la
terrible enfermedad que lo atormenta?
-¿Qué le hizo al gato
negro?
-¿Qué significa la palabra
infligir?
-¿Se sintió muy trastornado
por sus horribles actos?
-¿Por qué antes no había
atacado al gato negro?
- ¿Qué imaginó antes de atacar
al gato negro?
- ¿Cómo describe el
narrador a su esposa?
-Se podría decir que Pluto
era un animal:
¿Por qué crees que es un texto
romántico? Señala las características del romanticismo presentes en este texto.