Atención a la historia. La historia nos enseña
para el horizonte. Mirar atrás nos desafía, nos motiva, nos lanza. Al escribir
evoquemos la historia. Como estudiantes, qué luces acompañaron la vida que
pueden seguir guiando el interior; como docentes qué experiencias fueron
significativas y alimentaron la vocación del ser maestro al potenciar el alma
de los rostros que día tras día nos miran en aula, como padres qué vínculos
fortalecieron los lazos, qué palabras fueron tan sabias que merecen ser
repetidas.
Esmero para el día a día. Cada mañana, al
repuntar el sol, inician 24 horas que son una oportunidad para esforzarse en
llegar, esforzarse en lograr. Cada una de las 24 horas vamos haciendo camino,
creando lazos, construyendo puentes. O lamentablemente en ocasiones
construyendo muros, creando barreras, haciendo hondonadas. Frente a esto, al repuntar
el sol, miremos a nuestro interior e iniciemos “las líneas” con el esmero de un
corazón en búsqueda de trascender, de mover al otro, de llegar a Dios.
Si con atención hemos visto la historia; si con
esmero caminamos cada instante del ahora, seremos entes de esperanza.
Línea tras línea la vida irá tomando un rumbo de “vida”. Día tras día la
esperanza arropará, y es la gran responsabilidad que debemos asumir en medio de
una sociedad con tantos asomos de desesperanza. La esperanza indica que un cambio
es posible, porque nos asumimos como parte de ese cambio. Estudiantes,
profesores y padres, todo un núcleo humano “sembradores de esperanza”.
¡Bienvenidos y bienvenidas a escribir! Sólo las frases de todos nos darán el
mejor libro.
Y RECORDEMOS, ESTE AÑO ESCOLAR,
¡ES SÓLO UN CAPÍTULO!
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